Era una tarde cualquiera, y como otras, la encontré a ella. Caminaba lentamente bajo un sol pesado de verano. Como cada medio día después del colegio iba hacia casa de mi abuela. Miraba a lo lejos sobre aquel camino que parecía eterno. Ella me preguntó algo y le contesté, atraída no sé muy bien por qué. Aquello no era nada del otro mundo si no fuera por qué lo teníamos prohibido. Miré a mi alrededor observando que nadie nos viera. Nadie nos podía ver juntas, pues aquello era algo así como un delito muy grave. Ella era morena y de pelo rizado, con rostro redondo y dos grandes mofletes. Una chica alegre, nada parecida a aquella niña taciturna que era yo. Después de caminar y hablar por largos minutos, nos detuvimos bajo la sombra de un gran árbol, cuidé que no hubiera nadie. Y no vi ni un alma. Ella me habló de no sé muy bien qué, estaba absorta en mis pensamientos. Cuando estuvimos cerca de la casa de la abuela, no sabía como desembarazarme, me alejé de ella y nos dijimos adi...
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